Por Madretierra Tarot
He prometido algo que no se si pueda cumplir, pero lo intentaré, y para
hacerlo me centraré en aquellos hombres que sostienen mi vida, mis grandes
amores: mi compañero y mi hijo; y mis amigos magos.
Se despertó aquella mañana con la
sensación de que el mundo giraba, no sabía lo que había sucedido la noche
anterior, pero estaba seguro que todo era distinto. La comisura de la boca y el
cosquilleo en el estómago fueron el resultado de las
últimas palabras de ella: “Estoy embarazada”.
Así, de golpe, recordó todo y
realmente el mundo giraba y todo era distinto. Una felicidad desconocida lo
invadía, recordó el beso largo con que selló la despedida en el aeropuerto con
su amor. Después de eso: saltos, pasos apurados, ganas de reír, angustia y
preocupación, ganas de contarles a todos aunque no lo conocieran, iba a ser
papá. No lo habían planificado, pero llegó, no sabía si iba a poder con lo
económico, con los compromisos, ¿Cómo era ser padre? ¿Cómo es amar a alguien
que no conocés? ¿Actuaría como su papá? Las dudas y la felicidad lo inundaron
nuevamente como un cóctel poderoso de las bebidas más fuertes. Tuvo que
despabilarse porque alguien entró en la habitación, dos patitas pequeñas y dos
brazos adormilados intentaban subir a la cama, hizo upa al niño, lo abrazó
fuerte y le contó: “¿Sabés una cosa Franco?, voy a ser papá”, Franco lo miró,
le sonrió y siguió durmiendo en sus brazos.
Franco no tenía más de 4 años, él
ya existía cuando conoció a su mujer. “Venimos juntos, somos un combo”, dijo
ella cuando decidieron vivir juntos, los tres.
Siempre fue así, pero ahora él
iba a ser papá de un hermanito de Franco, y no sabía si iba a poder serlo. Las
preguntas y pensamientos lo llevaron a los primeros encuentros, mirando la
carita de Franco, las imágenes aparecieron, la primera vez que mamá viajó y se
quedaron solos en el living, charlando hasta la madrugada de duendes, dragones
y caballeros con espadas de luces; el día que su mujer lo llamó y le dijo:
“Estoy en el hospital con Franco, se quebró el brazo”, su angustia y la
desesperación de verlo que le dieron en ese momento; la primera vez que se
despertó y Franco dormía abrazado a su cuello, el primer día del jardín que
fueron juntos con su mamá y se presentó como el marido de la mamá de Franco y
el niño grito alegremente: “¡Mi papu!”.
Y las lágrimas llegaron y
brotaron junto con besos y el entendimiento, que no se aprende a ser padre sino
que se siente ser padre, que Franco lo había hecho padre, mucho tiempo antes de
que él mismo se diera cuenta, desde la inocencia y el amor desinteresado. Que
este nuevo hijo era el regalo amoroso de la vida, para él y su familia.
Les diré, lectores míos, quien
quiera oír que oiga, desde mi amor más sincero a los hombres que sienten ser
padres: ¡Feliz día del Padre!
Bendiciones.
Zulma.
Escrito para la revista de Mujeres Divinas
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