Queridos
lectores, con la confianza que amerita nuestra relación, hoy vengo en son de
confesión.
Este mes que pasó fui secuestrada en varias
oportunidades, por dos desquiciadas que no se ponían de acuerdo, supongo que
por ello me secuestraban de a ratos y me devolvían, lo que permitió que mi
familia jamás se diese cuenta. La primera vez fue la más difícil y terrorífica.
Una de las secuestradoras, la más flaca,
pálida y seria, reclamaba razonablemente el porqué meterse en cosas
desconocidas, porqué no quedarse con lo que ya tenía que parecía suficiente. A
lo que la otra, regordeta de cara buenuda, más amorosa, hablaba de los sueños
de la vida, y el de seguir la voz del corazón.
Terminaron bastante mal, resentidas y
ofendidas entre ellas, hasta que la más buena se enfureció e insultó y allí me
devolvieron a mi vida sin más explicación de que seguro volverían.
Cada vez que me encontraba sola y relajada,
aparecían y me llevaban y la discusión comenzaba. Una decía que lo mejor es
disfrutar de lo que tenemos, las cuentas concretas y redondas, nada de esas
tonterías de arriesgar, porque eso es para necios soñadores. La otra refutaba,
con parsimonia y seguridad, que cuando el alma cosquillea hay que escucharla
porque es más vieja que la razón y ha vivido más vidas. Cuando algo está
predestinado el universo conspira para que esto se concrete.
Hace unos días me buscaron por última vez, una
a cada lado me tomaron de los brazos y comenzaron su acostumbrada discusión.
La razonable me decía: “Esto es lo que
querías, siempre lo deseaste” y la soñadora continuaba: “¿Estás segura que solo
esto deseabas?” La razonable me dijo con fuerza: “quedate quieta dónde estás,
aquí todo es seguro, conocido.” La soñadora me dijo: “actuá con sentido común y
todo va a estar bien.” Y por primera vez pregunté: “¿Qué es el sentido común?
La soñadora respondió: “el sentido común es el que tenés cuando te hallás en tu
centro, tendrás que ir muy dentro tuyo, y cuando llegues allí cerrá los ojos y
respirá, solo respirá en la soledad de tu ser infinito y sentí la vibración de
tu cuerpo, a conciencia, en equilibrio entre la razón y los sueños, la mente y
los deseos, el consciente y el inconsciente, y ahí, bien anclada desde tu
centro vas a escuchar la voz de tu sentido común guiándote hacia donde te tenés
que dirigir.”
En ese viaje estoy queridos lectores, hacia mi
centro para encontrarme con mi sentido común. Los invito a que escuchen la voz
de sus sueños y busquen la brújula para el camino a seguir.
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