jueves, 7 de noviembre de 2013

Ambay

Ambay
Ambay


Durante los primeros 10 años de mi vida, vivimos en casa de mi abuela Emma, una mujer de descendencia árabe, fuerte y enérgica, muy trabajadora e independiente. Toda mi vida quedó marcada por las lecciones de esta mujer, por supuesto que no lo supe hasta que tuve a mi hija.
por Madretierra Tarot
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Creo que mi abuela fue hasta segundo grado, sin embargo sacaba muy bien las cuentas -vendía ropa casa por casa- y además era una lectora ávida, leía todo lo que caía en sus manos, antes de tomar un medicamento leía el prospecto completo, y te anunciaba lo que le podía pasar si el medicamento le caía mal. Le encantaban los doctores y cuanto más viejos, más sabios los consideraba, y solía tener uno para cada dolencia. Pero creo que lo que más le atraía, era cómo ellos sabían curar.
Tenía un amor inmenso por sus animales, se entristeció muchísimo cuando la separaron de su gran compañero Trevelin (un loro paraguayo) quien la despertaba por las mañanas y le cantaba canciones. También amaba las plantas y al igual que a su loro, les cantaba y les hablaba, tenía un gran jardín con plantas de todo tipo y tuve la suerte, entre otras cosas, de heredar sus plantas cuando murió, incluso su preferida que resistió victoriosamente el transplante a pesar de ser vieja. Una Camelia que le había regalado mi tío, que aún sigue dando flores todos los inviernos.
Mi abuela era amante de la cocina, cosa que no heredé, tomé su habilidad para las hierbas. Preparaba tizanas para distintas cosas, usaba mucho el alóe, comíamos ensaladas de yuyos y condimentaba la carne con otros de su jardín. En el verano preparaba una jarra de acero con agua de paico, para tomarla fresquita, se friccionaba las piernas con flores por la circulación de sangre y leía subrayando el libro del doctor Motura.
Amorosamente, les voy a dejar distintas recetas o saberes, algunos heredados de mi abuela Emma y otros no, con el mayor deseo de que este saber no se pierda nunca, porque como decía ella: “Dios nos dejó la farmacia en la tierra”.

El ambay
-Nombre Científico: cecropia adenopus.
 -Familia: moráceas.
- Otros nombres: palo de lija, ambahu, umbauba, amaíba.
Se encuentra en casi todo América del Sur, hay registros de su uso por los nativos americanos. Es popular su uso en medicamentos para la tos, jarabes y caramelos.
Es un árbol que puede alcanzar los 10 metros de altura y para consumo se usan las hojas más grandes, que tienen aproximadamente entre 40 centímetros de largo y 50 de ancho. Las hojas son verdes en la cara superior, y blancuzcas y ásperas en la cara inferior.
Es buen expectorante para enfermedades bronquiales, resfríos, asma y también para el corazón y palpitaciones nerviosas.
Mi abuela lo preparaba en té, alrededor de 20 gramos de hojas picadas (secas mejor, el ambay se cosecha en otoño ya que sus hojas se helan) en un litro de agua hirviendo, se deja reposar 10 minutos, se cuela y se endulza con miel, se puede preparar con leche. Es bueno beberlo en ayunas.
Con el tiempo también lo usé en mi familia, preparando baños, hiervo agua con medio limón, ambay y media cebolla, y dejo que el vapor tome suavemente la cara, (sin tapar con toalla como hacían antes, no es necesario, el vapor llega igual y evitamos quemaduras y torturas para los niños), afloja la mucosidad, y es una excelente medicina para liberar toxinas de los poros. Una vez que está el preparado, pongo el recipiente en la habitación del enfermo para que limpie el ambiente.

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